38,1% de pobreza y 8.2% de indigencia: Una mejor foto que disimula un desenlace de terror.
- Tomás Delgado
- hace 5 días
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Los datos de la pobreza y la indigencia llegan en el momento más oportuno para el gobierno nacional. El descenso que hubo en ambas dimensiones fue en las magnitudes que el siguiente cuadra refleja:

Los datos muestran que el gobierno pasó de un deterioro récord de los indicadores sociales a una recuperación en mayor velocidad. Ese giro abrupto en materia de bienestar social podría graficarse como la inversa de la “V” que signó la recuperación de la actividad. Todo eso fue posible con el descenso abrupto de la inflación, que pasó de los valores que rondaron el 11-12% entre agosto y noviembre de 2023 a los actuales 2.5%-3%. Esa desaceleración de la carrera nominal de precios fue determinante para que la actividad repuntara, ya sea vía inversiones y consumo.
Ahora bien, ¿Qué es lo que funcionó como base de sustentación de ese proceso? Lo que ya fue dicho en este mismo sitio hace 8 meses:
Atraso cambiario;
Tasa de interés real mensual en pesos menor que la inflación, pero superior al ritmo de devaluación mensual;
Apretón fiscal y reducción a 0 de los adelantos transitorios del BCRA al tesoro (emisión).
Este diseño macroeconómico comenzó a encontrar un límite allá por Julio/Agosto de 2024, pues en ese momento el sector externo le marcó sus limitaciones al gobierno. El conejo que logró sacar de la galera Luis Caputo fue el blanqueo, el cual le permitió conseguir más de 20 mil millones de dólares. Si bien es innegable la efectividad que ese flujo tuvo para domar el mercado cambiario y reducir la brecha a 0% allá por diciembre, también es cierto que el propio modelo fue el que llevó al gobierno a morderse la cola. Hoy, con el ministro de economía dando notas de manera desprolija para calmar expectativas y ganar tiempo, a Milei no le queda otra opción que rezarle al FMI.
¿Qué cambió a lo largo de los últimos 3 meses? ¿Cuál fue el factor que se le escapó al gobierno para terminar rogando por un shock de reservas para el Banco Central? La respuesta es sencilla: el tipo de cambio. Cabe aclarar, por una cuestión de honestidad intelectual, que la administración libertaria no es la primera que se enamora de pisar el valor del dólar. Ese pecado lo cometieron los gobiernos de Cristina (2011-2015) y Alberto (2019-2023), como también el de Macri; como dice el dicho: “a nadie se le niega un atraso cambiario”. Al mismo tiempo, es indiscutible que un plan de estabilización requiere necesariamente una apreciación cambiaria, pues hace falta un “ancla” que detenga el ritmo al que se mueve el barco (los precios, en este caso). Tal y como lo demostraron Martín Rapetti, Joaquin Waldman y Gabriel Palazzo, solo el 25% de los planes de estabilización tienen un efecto duradero sobre la macroeconomía, y este sub-universo siempre tuvo en valor de la moneda un factor central para ordenar la dinámica nominal de los precios relativos.
El asunto central aquí es que, así como le sucedió a las administraciones arriba mencionadas y a tantas otras, los libertarios confundieron herramienta con mediano plazo. La brecha por el piso, la inflación que comenzó a arrancar con un 2 y los índices de aprobación entre el 45% y el 50% mientras comenzaba un año electoral construyeron el contexto perfecto para que el Presidente y su ministro “hicieran 1 de más”, para decirlo en términos futboleros.
El crawling al 1%, la promesa de nunca devaluar y los informes de aprobación de la gestión llevaron al gobierno a creer que era gratis pasar de ser el país más barato del mundo en diciembre de 2023 (reflejado en el dólar de pánico de ese momento) a ser el más caro en marzo del 2025. En ese sentido, las playas brasileñas y los shoppings chilenos llenos de argentinos mientras el Banco Central se desangraba no fueron gratis para el país, que hoy se encuentra en el medio de una nueva corrida cambiaria y utilizando los depósitos de los argentinos para comprar el tiempo necesario hasta que llegue el primer desembolso del organismo multilateral.
Esta historia arriba descrita se parece mucho a la del eterno retorno nietzscheano, visión que postula eterna repetición de los hechos a lo largo de la historia universal. O, en términos de Karl Marx, a la idea que siempre los sucesos se repiten: primero como tragedia, para luego reaparecer como farsa. Si tuviéramos que graficar los últimos 14 años de histórica económica, podríamos hacerlo en los siguientes dos pasos:
Subestimación de los desequilibrios fiscales y monetarios por parte del peronismo;
Subestimación del sector externo por parte de los gobiernos no peronistas.
Así, podría caberle al gobierno la afirmación opositora de que “con atraso cambiario y superávit primario no alcanza”, como también debería comenzar a registrar el peronismo que, en caso de volver a ser gobierno, “los dólares son condición necesaria, mas no suficiente”.
Presos de esa dinámica cíclica y retroalimentada cada 4 años, la foto actual de una mejora en los indicadores sociales viene de la mano con el inevitable crack de este modelo económico, el cual no parece encontrar una forma genuina de incrementar los recursos del país y así mejorar el bienestar social (salvo disimular nuestra falta de productividad mediante el mencionado atraso).
En ese contexto, la oposición parece recobrar impulso para pelear, pero le queda pendiente la discusión de una agenda que refleje el indispensable reseteo que requiere en materia de ideas. Entre ellas están:
Volver a darle al peso el rol de instrumento de ahorro;
Delinear un plan estratégico que oriente el gasto público en función de una mejor infraestructura que nos dote de competitividad;
Simplificarle la vida a los argentinos con una reforma tributaria;
Repensar la maneras en que podamos gestionar nuestras relaciones internacionales de manera multilateral, en un mundo que acelera hacia la profundización de la guerra comercial;
Tomarse seriamente la agenda de la seguridad, para así no deslegitimar los necesarios discursos garantistas;
Encarar el desafío de solucionar pequeñas cosas que en su conjunto son indispensables para volver a fomentar la convivencia social. Un ejemplo de eso es que en un estadio de fútbol pueda volver a haber hinchas visitantes.
Todo lo aquí enumerado, junto a tantas otras cosas más, debe estar enmarcado dentro de una narrativa que le hable a las partes de una nueva coalición social, la cual debe necesariamente ser identificada de forma previa a la construcción de la coalición política. Caso contrario, la herramienta electoral será una cáscara vacía.
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